lunes, 1 de junio de 2009

Las drogas: un instrumento de control social

Junto al tráfico de armas, de órganos y la industria del sexo, las drogas es uno de los negocios que mayor volumen de dinero mueve a escala mundial. La existencia del tráfico de estupefacientes responde a una clara estrategia global de control social, un control que se lleva a cabo de forma encubierta y que responde a los intereses de quienes detentan el poder económico.

Generalmente se intenta transmitir que las drogas son malas por la sencilla razón de que pueden llegar a matar, o simplemente porque los efectos negativos que tienen son devastadores para la salud humana, lo cual, sin dejar de ser cierto, no representa el principal motivo para calificarlas como malas.

Las drogas, si por algo son realmente malas es porque generan una dependencia sobre quienes las consumen, creando la necesidad de consumirlas de forma continuada para evitar los efectos físicos o psíquicos negativos que aparecen al dejar de tomarlas, lo que implica una pérdida de control sobre uno mismo y la consecuente esclavitud del individuo. Así, el hombre pierde su humanidad renunciando a su libertad y haciéndose esclavo de la droga. Las drogas despersonalizan completamente al individuo, este deja de ser él mismo y la droga pasa a apoderarse de todo su ser, lo termina suplantando.

Este es el carácter esencialmente negativo de las drogas, lo que permite, en definitiva, que ciertos grupos económicos ejerzan un poder despótico sobre parte de la sociedad, a la cual exprimen hasta límites insospechados consiguiendo una gran rentabilidad económica con ello.

El LSD o la heroína fueron introducidos masivamente en la sociedad en los años 60 y 70 por agencias gubernamentales de los EE.UU., lo que produjo una gran expansión del consumo de estas drogas. El LSD surgió a partir de unos experimentos que Alemania estuvo desarrollando durante la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de intentar desarrollar ciertas facultades nerviosas del cerebro. Con el fin de la guerra EE.UU. se hizo con el proyecto y continuó experimentando pero sin alcanzar, al parecer, resultados exitosos. Por esta razón se decidió experimentar con él a escala social, por lo que se comenzó a introducir entre los jóvenes de los 60.

El resultado fue la creación de una inmensa fortuna que permitió a la propia CIA financiar sus operaciones encubiertas a lo largo del mundo, y de igual manera, supuso un suculento negocio para los bancos encargados de blanquear el dinero, ya que ello les permitía disponer de inmensas cantidades de efectivo para responder a sus pagos.

Algo similar ocurrió con la heroína, que comenzó igualmente a proveer de inmensos ingresos que hicieron de las drogas un negocio muy suculento dada su gran rentabilidad. Diferentes agencias gubernamentales comenzaron a llevar a cabo el control de estas sustancias al tiempo que se lucraban con ellas, evitando de este modo tener que incrementar los impuestos sobre los ciudadanos para poderse financiar, lo que hubiera traído consigo importantes protestas. Pero paralelamente a esto, se comenzó a estudiar los efectos sociales y la repercusión que iban teniendo estas drogas en la sociedad, como fue el caso de los hippies, lo que contribuyó a desmovilizar a la población joven de sus tradicionales luchas sociales frente a los abusos de las oligarquías, para quedar así sumida en un mensaje vacío e infantil.

Las drogas han servido históricamente como una especie de sedante para la sociedad ya que desvía la atención de los verdaderos problemas, lo que ha conferido al poder hegemónico un mayor control sobre esta proveyéndole de una válvula de escape, evitando así contestaciones sociales que pudieran terminar teniendo efectos indeseables y desestabilizadores. El sistema nos quiere drogados y pasivos para poder continuar con su opresión.

Como posible solución a este problema se ha llegado a plantear la legalización de las drogas, lo que demuestra, de entrada, bastante ignorancia o mala fe. En el supuesto de que se llevara a cabo la legalización de las drogas ello no evitaría los problemas sociales que genera su consumo, por el simple hecho de que altera el organismo y la mente humana en un sentido nocivo para la salud y la estabilidad social. Pero aún obviando estos aspectos negativos, se generaría la dinámica por la que la droga se procuraría hacer escasa en el mercado, de forma que se reprodujeran dinámicas oligopolísticas y monopolizadoras por parte de productores y distribuidores para venderla cara, y al mismo tiempo el Estado, como hace actualmente con el tabaco y el alcohol, se encargaría de gravar con impuestos dichas sustancias.

Una lucha real contra las drogas sólo puede inscribirse dentro de un plan general de desmantelación de las estructuras capitalistas, ya que es la única forma posible de hacer que sea técnicamente imposible producir, traficar y consumir drogas. Además de esto, es imprescindible no sólo informar a la juventud de los peligros y riesgos a los que se exponen con el consumo de drogas, sino que es preciso educar a la juventud desde las familias, los medios de comunicación, el arte, el sistema educativo y cultural, y el propio poder político para rechazar el consumo de las drogas, y juntamente con ello a rechazar también la moral de esclavos inducida por el hedonismo exacerbado, para evitar que una juventud saludable hipoteque su futuro y venda su libertad a cambio de efímeros momentos de placer artificial.

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